El ‘Castrochavismo’ no era un mito derechista: el fascismo tropical de izquierda se define por mediocridad y desprecio por las instituciones.
El pasado 28 de julio se celebraron las elecciones presidenciales en la vecina Venezuela. A pesar del júbilo previo y en el día de la votación, nuevamente el régimen de Nicolás Maduro utilizó las elecciones como una pantomima democrática y, a pesar de las sendas advertencias, sucedió lo previsible: un fraude.
l régimen, que controla a la organización electoral, las fuerzas militares y a los medios de comunicación, mantuvo una campaña de persecución y desprestigio en contra de sus opositores, utilizando a la Fiscalía y demás organismos de control como herramientas de presión.
La gente está tan hastiada del Chavismo encarnado en Maduro, que estaba dispuesta a concesiones, incluso que Maduro y la cúpula militar abandonaran el país, ya se hablaba de asilos, aviones privados, inmunidades, toda suerte de mitos que al final no sucedieron.
Al tirano le gusta el poder, al régimen le gustan sus privilegios, y en contra de los autócratas y las armas, no hay derechos humanos ni democracia que valgan.
Como telón de fondo tenemos una crisis global de la democracia y el liberalismo, basta mirarnos al espejo, o recordar las recientes elecciones en Europa y las que están por venir en los Estados Unidos, faro de la democracia global, hoy venido a menos en una campaña que parece un mal guión de Hollywood.
Aquí, Petro se ha encargado de utilizar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela como estrategia para su negociación con el ELN, el desabastecimiento de gas, y el crear ese clima de zozobra y caos que tanto le gusta a los sátrapas para perpetuarse en el poder.
Más allá de negocios de enchufados, embajadores cuestionables y vuelos directos, no ha habido ningún alivio a la crisis migratoria, no hay cooperación judicial, y la reactivación económica entre ambos Estados es una comedia liderada por dos incompetentes improductivos.
Venezuela nos duele a todos, especialmente a aquellos que la conocemos y queremos. Ingenuos los que pensaron que esto se arreglaba con conciertos, discursos, o noveles funcionarias jugando a las emisarias de un presidente interino como Guaidó, que pasó sin pena ni gloria.
Maduro ha sido hábil ante la ingenuidad del gobierno estadounidense, abusó de los Acuerdos de Barbados, del levantamiento de las sanciones, de la liberación de Alex Saab, y lo volvió a hacer con las elecciones del domingo.
Los que creemos en la institucionalidad y el derecho hemos acudido a ellos, solo para constatar que la Corte Penal Internacional está más interesada en condenar a Israel, y que el Sistema Interamericano está para cuidarle el puesto a los arrogantes ante la ley como Gustavo Petro.
Parece que eso del “Castrochavismo” no era un cuento de “derecha”, y que el fascismo tropical es de izquierda, caracterizado por la mediocridad y el desprecio por la libertad de prensa, las reglas, y las instituciones, llámense familia, empresa, universidad o Estado.
Andrés Barreto González
Director General De la Espriella Lawyers
Fuente: Portafolio